Me quería centrar en mis estudios y sacar buenas notas para entrar en la universidad. Además, no tenía ganas de pasar lo de la última vez, siempre rayada.
Me lo quería pasar bien, hacer nuevos amigos y disfrutar con los viejos, aprovechar que ya tenía 18 años, divertirme y no vivir amargada como lo había hecho años antes.
Estoy ya cansada de sufrir, tengo ganas de aprovechar el tiempo.
Al principio, todo iba bien.Si, me fijaba en algún chico, miraba si era guapo o no, vamos, como cualquier chica de mi edad haría.
Me estaba confiando mucho en que me había hecho más fuerte y que no me volvería a pasar lo mismo.
Pero desde hace tiempo, algo que no debería de haber aparecido, apareció dentro de mi.
Uno, uno de ellos cometió el peor error que podía haber cometido conmigo: mirarme.
Yo, que a la mínima soy capaz de de confiarme, de ilusionarme con cualquier tontería. La cagó. La CAGUE.
En clase, con él todo son risas y fiestas, es el alma que da vida a las seis horas metidos ahí dentro, su ausencia se nota, la sonrisa cada vez que me habla o nos miramos no desparece.
Pero cuando llego a mi casa y me acuesto a descansar, empiezan a bombardearme de nuevo esas horribles, no tan desconocidas y viejas trabadas mentales de las mías.
Estaba segura de que lo había superado, esperando a que el río siguiese su cauce y que todo llegase a su debido tiempo, pero esa jodida piedra llamada amor siempre se pone en medio de mi camino y me hace tropezar, una y otra vez, una y otra vez.
Tonta de mi que siempre me hacen caer en sus artrimañas. ¿Y lo peor? Que siempre sufro en silencio, porque yo me lo guiso y yo me lo como, a lo Juan Palomo.
Pero esta vez, ya no habrán más lágrimas, LO JURO.