domingo, 10 de julio de 2016

"Por un error...¿Un adiós para siempre?"

Era verano. Las clases habían acabado y aún no había encontrado trabajo. Uno de sus amigos lo había invitado a la playa y ¿por qué no ir? Además, ¡iban a haber chicas! "¡Hora de ligar!"
Al llegar, saluda a su amigo mientras coloca sus cosas junto a la toalla de una chica que parecía estar durmiendo, porque al preguntarle si se podía colocar ahí, esta no le respondió.
Acto seguido, se quitó a toda velocidad la camiseta y se lanzó en una carrera con su amigo hacía el mar. Lo que él no sabía es que esa chica no estaba dormida, lo había visto a través de su húmedo flequillo y lo había reconocido.
A su vuelta a la toalla, se sentó  y empezó a jugar un rato con el móvil hasta que oyó un quejido. Miró a ambos lados para descubrir su procedencia y fue a su lado derecho donde la encontró.
La chica no estaba dormida, y ¡parecía que estaba llorando!
- ¿Por qué llora?- pregunta él, curioso por el llanto ahogado y desconsolado que provenía de aquella desconocida muchacha.
+ No es un por qué, es un por quién- respondió su amiga mientras trataba de consolar sin mucho éxito a la joven- Llora por quien no se merece sus lágrimas, por alguien a quien amó tanto que las estrellas del cielo nunca fueron suficientes para decirle cuánto.
"Un momento. Eso me suena. Pero de qué." pensó el muchacho mientras aquella chica continuaba hablando aunque él no le hiciera caso, hasta que por fin, viendo a la joven con su cara bañada por un mar de lágrimas, la reconoció.
¡Era ella!¡Y lloraba por él!
Sabía que había sido un estúpido y que por eso la había perdido, ¡para siempre! Pero se había dado cuenta demasiado tarde de su error, y de que todavía la amaba.
Viejos sentimientos inundaban su cuerpo y hacían que su piel se erizase, que un escalofrío subiera desde los dedos de los pies hasta la cabeza.
Pero, qué podía hacer. ¿Abrazarla? No le faltaban ganas de acogerla y protegerla entre sus fuertes brazos y así secar sus lágrimas. Había sido su pequeña, su pez kawaii, su zoo completo.
Deseaba apretarla contra su pecho y sentir como su cabeza descansaba sobre él.
Recordó como ella pasaba sus brazos por detrás de su cuello, entrelazando los dedos y se ponía de puntillas para darle un beso o cuando, por el contrario, él era el que bajaba un escalón cuando se besaban por fuera de su clase, para estar a su altura, para observar directamente sus grandes y brillantes ojos café, que solo eran capaces de desprender ternura y amor.
Volvió a su recuerdo aquel día cuando apoyó su cabeza sobre sus muslos y sin importar quién estuviera a su alrededor, comenzó a besarla y a decirle cuánto la quería. ¡Era tan bella la vieses desde donde la vieses, sin maquillaje, con sus pecas llenando sus mejillas coloradas!
¿Pero en ese momento, la quería de verdad? ¿Y si era así, por qué había hecho lo que hizo? ¿Había perdido su oportunidad de estar con ella? ¿Otra vez?
Mientras este cúmulo de pensamientos lo hacían desconectar del mundo real, la observaba atónito, lleno de anhelo, confundido, aunque él no se daba cuenta.
Pero ella, aún enjuagándose las lágrimas de los ojos, sí que se había percatado.
Sin pensarlo mucho, recogió su toalla de la arena,la guardó en la mochila, se puso la camiseta aunque aún seguía mojado y lleno de salitre, se despidió de su amigo y, sacudiendo la cabeza y frotándose los ojos con la intención de despejarse, se dirigió hacia su coche.
Necesitaba salir de ahí.