miércoles, 23 de octubre de 2013

El amor no es solo dolor. Capítulo 15

        Varios años antes de reencontrarse, Bruno se marchó del país para volver a su Canadá natal.
        Dejó muchas cosas atrás, como a sus amigos, las clases y a Cristal.
        Aunque estaba lejos, Bruno no podía olvidarse de Cristal, y por eso cada noche, cuando en casa de   Cris eran todavía las cinco de la tarde, la llamaba.
        No le importaba cuanto le saliese la llamada, solo quería escuchar su voz y nada, ni siquiera el dinero ni el océano entero, le dificultarían para hacerlo.
        Pero cada vez que ella descolgaba el teléfono, él no podía articular ni una palabra.
        Se quedaba en silencio y esperaba a que ella colgase al no obtener respuesta.
        Con el tiempo, dejó de llamarla y la fue olvidando.
        En Canadá también pudo, después de varias experiencias un tanto extrañas, descubrir quien era realmente.
        Descubrió por quien latía su corazón marchito.
        Su identidad era esa, y quien no la aceptase se podía marchar.
        Era bisexual y no iba a negarlo. Le gustaban las chicas, pero apareció un chico que le hizo dudar y plantearse su sexualidad y quien era realmente Bruno.
        Mientras trabajaba en el bar de su abuela en Minesota apareció un guapísimo chico por la puerta.
        Era rubio, con los ojos color miel y con un acento que no le resultaba americano.
        Su abuela le contó que se llamaba Ian y que era australiano.
        Después de que se marchara con una rosquilla y un café, Bruno pensó que jamás lo volvería a ver.
        Pero la vida le sorprendió y ese fin de semana lo vio cortando el césped del vecino.
        Sacó valor y se acercó para saludarlo. cuanto más cerca de él estaba, más rápido le latía el corazón.
        Su torso marcado por una camisa corta blanca ceñida y sudada lo paralizaban y sus músculos enormes y brillantes lo hipnotizaban.
        Cuando justo estaba detrás de Ian, este se quitó la camiseta y dejó su pecho moreno al desnudo.
        Las ondas de su rubio pelo y su tono dorado de piel combinaban a la perfección con su look surfero.
        Se sorprendió al oírlo pronunciar en un perfecto español su nombre.
        No sabía que Ian también cortaba el césped y ayudaba en la compra a sus abuelo y que después de haberse visto en el bar, también había preguntado por él y sabía si su nombre.
        Bruno cogió dos vasos de limonada de su casa y le entregó una a Ian.
        Empezaron a hablar de sus vidas, de que habían vivido ambos en España y además descubrieron que tenían muchas cosas en común. Incluso coincidían en que tenían la misma condición sexual.
        Se fueron conociendo, abriéndose poco a poco y así fue surgiendo la química, el amor, entre los dos.
        Y después de dos meses de relación, decidieron ir a España de vacaciones, volviendo los dos a un país que amaban.

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